Últimamente duermo. Duermo para intentar ignorar el gran vacío que hay en mi pecho, duermo para evitar pensar en el abismo que me consume día a día. Cuando no hay absolutamente nada que te complete aunque sea un poco, cuando sientes que no queda nada por lo que luchar. Ese momento es en el que te planteas por qué estás aquí. Ya ni siquiera veo gris, lo veo todo tras un manto negro de tristeza y desolación; dos sentimientos horribles que me invaden día a día. Claro que trato de evitarlos con una sonrisa apagada, una sonrisa que seguramente no transmita nada. Pero así soy yo últimamente: fría, insípida.
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