Cuando miro por la ventana y veo
toda la ciudad llena de luces diminutas y parpadeantes, me pregunto qué estarán
haciendo las personas que viven en ella. Son personas normales y corrientes,
como tú y yo. Me gusta imaginarme mil historias diferentes. Un niño llora
porque no quiere irse del parque, a pesar de que verá a sus amigos el día
siguiente en clase. Una chica está sentada en un banco, sonriéndole a la
pantalla del móvil; se intuye que es porque está hablando con esa persona
especial que todos tenemos. Cerca de la
catedral hay un joven tocando la guitarra y llenando las calles de melancolía
con su voz rasgada. Y yo, bueno, yo estoy sentada en el escritorio, mirando la
vida pasar y fantaseando como una niña que sueña con sus cuentos favoritos.
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